domingo, 17 de noviembre de 2013

El derecho a volar




«Qué dirías si te dijera que me he enamorado de ti, sí de ti, que alguien como yo necesita de una persona como tú para dejar de pedir a la noche o rodar en evolución para ser más persona. Qué dirías si te dijera que quiero para mí el color de esos ojos que llevas puestos, luego mirarlos con tanta fuerza que los crepúsculos solares se llenen de orgullo y reviente su luz dentro de los míos. Qué puedes decir, que no sé lo que digo, que me refugie en las calles como un vulgar individuo, ¡vamos, dime qué piensas!, qué podrías decir si te dijera que hace tiempo voy siguiendo tus pasos, que tus huellas son ahora la razón para el futuro que busco, que sólo quiero algo tan simple como un beso tuyo, que eres impulso para el pulso, que eres expresión para la presión de esta sangre, de este caudal caliente, de esta cosa que llevo dentro, ¡por favor, ni un segundo más, necesito saber qué piensas!, entiendo que una pregunta así asusta pero créeme, esperar tu respuesta causa más miedo.»



***


«He vuelto a dormir mal esta noche, no sé qué hacer para recuperar el sueño. Aquella mañana hice lo normal para una mañana que es de verano, es decir, tomar una ducha, desayunar, pasear por la playa, no hice nada malo tan sólo salir de casa para disfrutar del mar y sus olas planas pero de repente se acercó a mí, sí, la culpa no puede ser mía, se acercó con esa mirada que no consigo borrar de la memoria, es imposible olvidarla, una mirada saliéndose de ella misma como si quisiera llegar a alguna parte dentro de mí y quedarse, una mirada que no sabría decir si era de pasión, de dolor, o de dolor causado por otro tipo de dolor pero lo que sí tengo claro es que fue su cuerpo delgado quien se acercó a mí, sucedió tan rápido, llegó casi sin respirar y fue entonces cuando lo dijo, habló libremente, con honestidad, sólo parecía esperar una única cosa, confesó que se había enamorado de mí, sí de mí, que dijera qué pensaba, que no tuviera miedo pero lo tuve y por eso ahora dudo, dudo tanto de mi reacción, de mi rechazo, de mi egoísmo, de querer escapar de aquella situación, debía haber estimado la belleza de su acto, su valor, su ciega decisión, quizás con haber rozado su mejilla, un simple gesto, una mirada de respuesta, un beso en su boca abierta, me arrepiento tanto, no puedo continuar con mi cabeza en este estado, todavía siento la imagen de su pecho aplastado en la acera, su sangre gruesa, el perfil de su silueta muerta, la sábana blanca volviéndose roja, el vértigo de ese edificio, la gente curiosa en círculo, y esa pregunta, ¡Dios, por qué no quiere salir de mi cabeza!. »



domingo, 5 de mayo de 2013

Flores


Pierdo el sentido de la mañana, las aceras florecen, hay gente sin voluntad de regresar a sus casas, otras salen  de sus hogares con los párpados húmedos de sueño, se desploma el peso del rocío, cristales empañados y el vapor escurriéndose por la atmosfera, los perros olfatean bolsas de basura y encuentran algún hueso, los gatos esperan, aguardan con paciencia ese momento donde el  trabajo está prácticamente hecho, son más astutos y dentro de casa el ruido de la cafetera estalla en la cocina, el olor a café discurre hacia mi cama, tira de las sábanas, los ojos se abren y el apetito escampa, yo también despierto, yo también tengo los párpados húmedos de sueño y la unión de la espalda entumecida pero debo salir, la calle espera, verde y naranja y rojo y nubes planas en las azoteas y la mañana avanza y todo empieza a ser más claro, edificios altos, también bajos, también medianos, terrazas asomadas a precipicios, fachadas descorchadas, fachadas divididas en dos por la sombra, fachadas desnudas de ladrillos, fachadas con geranios en los bordes de las ventanas, fachadas definiendo el bulto de la plaza y muchas tiendas, persianas enrollándose como una lengua y el paso a paso de los niños hacia la escuela, yo también camino, yo también voy contando baldosas y pego patadas a las piedras, observo ropa suspendida en el aire y caen pinzas al suelo, las palomas se asustan y vuelan hasta las marquesinas de los autobuses, otras hacia la fuente de piedra, beben agua, mueven la cabeza y secan sus picos, si muevo la cabeza el centro de la ciudad gira conmigo, centenares de personas cruzando la calle, centenares de personas y no saben decir “buenos días” y tiran papeles al suelo antes de entrar en la boca del metro, parecen poetas renegando de sus poemas o de sus cartas o de su lista de la compra, yo continúo andando, yo en vez en cuando digo “buenos días” entonces la gente me mira, sonríe y sigue en línea recta, los coches se detienen, esperan, pitan, avanzan, la mañana ya no es mañana , la mañana hierve de hormigas, el mundo se colapsa mientras los portales huelen a lejía y hay mujeres limpiado los cristales de los escaparates, las bicicletas circulan de un lado a otro y hacen ruido cuando frenan, buscan el equilibrio para no caer y luego más verde, más naranja, más rojo y la humedad ha perdido las uñas, la luz se expande por la cara de la gente y el calor quiebra su tregua, el termómetro de la vía cambia de dígitos y mi cabello parece más oscuro pero no importa la tienda tiene las puertas abiertas y compro unas flores y cuando salgo la locura son calles llenas de inercia, escapo como lo haría una abeja, me diluyo entre el laberinto de callejones y el piso irregular de adoquines, no me detengo, paseo, el banco de madera y el cauce del río, me siento, veo pasar autobuses y veo pasar coches y veo pasar bicicletas y veo asomar la tarde como quien estira de una cuerda, quiero regresar a casa, los pies caminan y no duele, las piernas existen, las radios trabajan, la música baja el grado de locura, las palomas buscan bloques de sombra, algunas tiendas cerraron sus puertas y en los edificios se ve ahora más antenas y menos ropa suspendida, las bocas de los metros parecen sólo escaleras dentro del suelo, las mochilas de los niños aparentan estar algo vacías, los gatos adelantan la siesta y los perros te persiguen por la derecha y luego por la izquierda y cuando llego a casa no hay nadie, silencio de muebles y paredes blancas, no huele a café, los minutos se hacen largos, cojo aire y pienso más lento, espero, espero dos veces, espero tres veces, espero cuatro veces  y cuando oigo abrir la puerta todo parece diferente, nos sentamos, nos miramos, no decimos nada, la mañana se apaga, la ciudad se consume y las flores están encima de la mesa.


domingo, 3 de febrero de 2013

El rincón de niebla


He soñado con un pulmón que se expande hasta salir por la boca, luego sin dar ninguna explicación, indeseable y senil criatura yo que he sido el padre y la madre, formaba un cuerpo de humo y sin peso en las piernas escapaba por la ventana. Todo el mundo sabe menos yo que se caen las nubes antes que el cielo. Todo el mundo sabe menos yo que existen pájaros con corazón buscando objetos extraños, vuelan hasta caer muertos de sueño, mueren de su esfuerzo, mueren engañados, es cierto, todo el mundo lo sabe menos yo, sin embargo no es que no lo sepa, todo lo contrario, creo en mucho más. El cuerpo de humo es tan sólo eso, humo, pero quiere tener brazos, quiere tener piel, quiere tener paredes para esconderse, quiere tener dedos para colocarse anillos, quiere tener un nombre para ser una persona sin embargo debe conformarse con una lengua, con la curvatura de un ojo de un solo párpado para una única pupila, puede sentir los calambres de sus músculos cuando está cansado, puede sentir cómo pierde un líquido azul si le rajas el estómago. En mi sueño el cuerpo de humo subía, no paraba de subir porque le habían dicho que podía encontrar manos para estrangular cuellos, podía encontrar pechos esperando a ser fertilizados con su lengua, pero siempre hay tiempo, el suficiente para entender que su cuerpo de humo no existe, él no existe, entonces, y unido a todo ese aire, desilusión y frustración hasta romperse en pedacitos tan pequeños como puntos de tinta negra, se desploma en caída libre, se expande sobre la tierra. Yo sigo durmiendo y él resurge pero ya no es humo, ahora es niebla, humillada viene hacia a mí, a su origen, al punto donde comenzó esa vida sin latencia, y entra en casa por el mismo hueco cuadrado donde puse una ventana, tira los vasos, me encuentra tirado en un rincón, sólo soy subconsciente, sigo encerrado en algo, sigo convencido en encontrar un mundo redondo, mucho más redondo, estoy tranquilo, tengo ramas donde puedo dejarme a la vida y ser grande, el amor fluye por las uñas, las manos se aman, sí, las manos se aman, no estoy aquí, estoy allí, cómo seré no me importa, puedo tener siempre el vacío, puedo tener siempre un mar, puedo mojarme los pies, coger la arena, mirar a los ojos de mi madre, sentarme, aguardar en silencio, lanzar piedras, me buscarán y me ocultaré detrás de la luz. El cuerpo de humo que ahora es niebla empieza a tener inteligencia, ha aprendido a no hacer ruido, si despierto se deshace la materia, se acerca, él siente miedo, él siente demasiado miedo, él no quiere morir, no quiere morir ahora y nunca, los gritos asuntan a los niños, estalla su único ojo, y entonces, descubre siete manos, me agarra del cuello, no me suelta, descubre siete manos más, me agarran también del cuello y aprietan con fuerza, con fuerza, cada vez con más fuerza, tiene inteligencia, no me soltará, él nunca quiere morir…