domingo, 5 de mayo de 2013

Flores


Pierdo el sentido de la mañana, las aceras florecen, hay gente sin voluntad de regresar a sus casas, otras salen  de sus hogares con los párpados húmedos de sueño, se desploma el peso del rocío, cristales empañados y el vapor escurriéndose por la atmosfera, los perros olfatean bolsas de basura y encuentran algún hueso, los gatos esperan, aguardan con paciencia ese momento donde el  trabajo está prácticamente hecho, son más astutos y dentro de casa el ruido de la cafetera estalla en la cocina, el olor a café discurre hacia mi cama, tira de las sábanas, los ojos se abren y el apetito escampa, yo también despierto, yo también tengo los párpados húmedos de sueño y la unión de la espalda entumecida pero debo salir, la calle espera, verde y naranja y rojo y nubes planas en las azoteas y la mañana avanza y todo empieza a ser más claro, edificios altos, también bajos, también medianos, terrazas asomadas a precipicios, fachadas descorchadas, fachadas divididas en dos por la sombra, fachadas desnudas de ladrillos, fachadas con geranios en los bordes de las ventanas, fachadas definiendo el bulto de la plaza y muchas tiendas, persianas enrollándose como una lengua y el paso a paso de los niños hacia la escuela, yo también camino, yo también voy contando baldosas y pego patadas a las piedras, observo ropa suspendida en el aire y caen pinzas al suelo, las palomas se asustan y vuelan hasta las marquesinas de los autobuses, otras hacia la fuente de piedra, beben agua, mueven la cabeza y secan sus picos, si muevo la cabeza el centro de la ciudad gira conmigo, centenares de personas cruzando la calle, centenares de personas y no saben decir “buenos días” y tiran papeles al suelo antes de entrar en la boca del metro, parecen poetas renegando de sus poemas o de sus cartas o de su lista de la compra, yo continúo andando, yo en vez en cuando digo “buenos días” entonces la gente me mira, sonríe y sigue en línea recta, los coches se detienen, esperan, pitan, avanzan, la mañana ya no es mañana , la mañana hierve de hormigas, el mundo se colapsa mientras los portales huelen a lejía y hay mujeres limpiado los cristales de los escaparates, las bicicletas circulan de un lado a otro y hacen ruido cuando frenan, buscan el equilibrio para no caer y luego más verde, más naranja, más rojo y la humedad ha perdido las uñas, la luz se expande por la cara de la gente y el calor quiebra su tregua, el termómetro de la vía cambia de dígitos y mi cabello parece más oscuro pero no importa la tienda tiene las puertas abiertas y compro unas flores y cuando salgo la locura son calles llenas de inercia, escapo como lo haría una abeja, me diluyo entre el laberinto de callejones y el piso irregular de adoquines, no me detengo, paseo, el banco de madera y el cauce del río, me siento, veo pasar autobuses y veo pasar coches y veo pasar bicicletas y veo asomar la tarde como quien estira de una cuerda, quiero regresar a casa, los pies caminan y no duele, las piernas existen, las radios trabajan, la música baja el grado de locura, las palomas buscan bloques de sombra, algunas tiendas cerraron sus puertas y en los edificios se ve ahora más antenas y menos ropa suspendida, las bocas de los metros parecen sólo escaleras dentro del suelo, las mochilas de los niños aparentan estar algo vacías, los gatos adelantan la siesta y los perros te persiguen por la derecha y luego por la izquierda y cuando llego a casa no hay nadie, silencio de muebles y paredes blancas, no huele a café, los minutos se hacen largos, cojo aire y pienso más lento, espero, espero dos veces, espero tres veces, espero cuatro veces  y cuando oigo abrir la puerta todo parece diferente, nos sentamos, nos miramos, no decimos nada, la mañana se apaga, la ciudad se consume y las flores están encima de la mesa.