domingo, 2 de octubre de 2011

[El mal abrazo]

Los amantes existen para dar expresión a las emociones, agitar los orgasmos y salir a la calle para jugar a las manos. Todo es transparente y elástico, pero también frágil e inestable como un plato vertical esforzándose por no perder el equilibrio, y cuando éste cae, entonces, el dolor se agarra a la pena, los miedos ridículos se fusionan, y todo, completamente todo, se diluye tan rápido que queda atomizado y suspendido en las farolas. Luego asoma la lágrima pensando en su líquido de pupilas.

Se habían amado tanto que no llegaban a recordar como eran sus vidas antes de haberse conocido. No podían imaginarse separados en diferentes lugares o simplemente actualizándose en vidas paralelas. Sus viajes completos de hotel y de sexo, los paseos de noche por una ciudad encendida de bombillas, las tardes de café planificando sus vidas juntos habían calado hondo en la pared emocional que compartían ambos. El tiempo ya había empezado a girar muy rápido y el polvo podía verse en los rincones. Las sonrisas ya habían caducado, y lo único que quedaba de ellos era muchas fotos que cínicamente levantaban la mano y decían – ¡Ahora somos recuerdos! -

El dolor y la pena se abrazaron. Sus gargantas eran nidos de lija y el pecho de la tarde ya tocaba el cemento de las aceras.

¡Dios, no sabes cuanto te he querido! – exclamó él –
No sabes cuanto quiero que volvamos a sentir lo mismo – Contestó ella sin fuerzas –

Empezaron a entristecer el espacio. Sus pupilas empezaban a mezclarse en su combinación de agua y pena salada. Más dolor, más estado de ánimo sin hueso. Luego se dijeron adiós, giraron las espaldas y empezaron a llorar cada uno como mejor sabía. Ella lo hacía con color rojo en los ojos. Él con un hueco incómodo en el estómago. Ella le seguía queriendo. Él sentía que se estaba equivocando, pero eso ya daba igual porque ya hacía tiempo que sus expresiones ya no transmitían emociones…

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