lunes, 19 de marzo de 2012

[El sentido de una cosa]

Yo vine
de donde se le quita el nombre
pero se le pone sentido a las cosas.
Vine para no decir nombres,
por ejemplo,
a la bruma de espuma no le dije nube,
a la fuerza invisible no le dije viento.

Yo vine de donde un hombre para respirar
necesita de otra boca,
y los corazones aunque sean de
platino,
aluminio
o carne
siempre son honestos,
y les gusta
fertilizar la fruta.

Yo sé que existe un bosque abrazado a la savia de sus árboles.
Yo sé que les pone sonido
y luego los deja crecer tranquilos,
serenos,
y en paz con sus sentimientos.

Después me ofrecieron un libro sin letras,
con páginas sin ropa
o con cuerpo de esos árboles llenos de alma,
y yo sé,
yo sabía que en una esquina de mi bolsillo había una pluma,
la tinta,
que quiere ser palabras escritas,
la encontré en la espalda de la noche
donde hay rocas que duermen e incluso sueñan.

Escribí
más silencio para los árboles,
más poesía para los árboles,
más sentido para las cosas que piden vida
y en un futuro sin prisa
apareció la dirección.

Encontré el rumbo,
la brújula,
el viajero,
el zapato joven.

Encontré el paso,
el ritmo,
el recorrido,
el paseo tranquilo,
después,
entre ramas y edificios sin ventanas,
colores y aves resbalando en el aire,
hice camino,
destino.

Sólo los ciegos que son curiosos
verán extraños países en los países de otros,
países donde una sonrisa es gota de luz
que construye otra gota de luz
y se introduce en el nido de cada ojo.

Ahora ustedes lo saben,
soy ciego curioso
y no vine para dar nombre
sino sentido a las cosas
porque lo importante no es el beso
sino lo que siento
cuando descanso en su boca…

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